El crecimiento de China se aceleró inesperadamente en el cuarto trimestre de 2010, contrariando los repetidos intentos del gobierno por pisar el freno. La noticia reavivó los temores de que las autoridades recurrirán a medidas más severas en su lucha por controlar una inflación que podría detener el principal motor de la economía mundial.
La expansión de 9,8% en el Producto Interno Bruto del cuarto trimestre frente a igual lapso del año previo, tras un incremento de 9,6% en el tercer trimestre, es en cierta forma una buena noticia para la economía global, ya que refleja el repunte de la demanda de bienes chinos en el exterior.
Además, el crecimiento chino estimula la importación de materias primas, maquinaria y bienes de consumo desde otros países, engrosando los retornos de los conglomerados globales que dependen cada día más del gigante asiático.
Pero esta rápida expansión, unida a las presiones inflacionarias que han persistido a pesar de las reiteradas promesas de los líderes chinos de controlar los precios, pone en riesgo el delicado equilibrio que deben mantener las autoridades entre crecer a un ritmo robusto e impedir un sobrecalentamiento.
El principal temor es que las autoridades pisen demasiado fuerte el freno, lo que interrumpiría el auge económico en la que, casi con toda seguridad, se convirtió en la segunda economía del mundo detrás de Estados Unidos.
Los nuevos datos, cuya divulgación coincide con la visita oficial del presidente Hu Jintao a EE.UU., contrasta poderosamente con los esfuerzos de las economías desarrolladas por lograr incluso pequeñas tasas de crecimiento.
Sin embargo, detrás de las cifras de China se oculta una posible vulnerabilidad. Si bien Beijing posee, en teoría, un enorme control sobre todos los resortes de su economía, tiene serias dificultades para manipular estas herramientas para que surtan el efecto deseado. El gobierno, por ejemplo, controla todos los grandes bancos de China, pero la mayor parte de sus intentos de reducir la concesión de préstamos durante el año pasado ha fracasado.
Los temores a un posible aterrizaje forzoso en China provocaron el jueves una caída de los mercados bursátiles. El índice de referencia chino Shanghai Composite cayó 2,9%, su contraparte de Hong Kong descendió 1,7% y los mercados de Japón y Australia retrocedieron ambos 1,1%. Las principales bolsas europeas también declinaron ante la inquietud de que nuevas medidas de ajuste de China afecten a las acciones mineras y automotrices.
Los datos divulgados el jueves por la Oficina Nacional de Estadísticas china muestran que "los ajustes llevados a cabo hasta el momento no han tenido un impacto considerable en el crecimiento", dijo Ken Peng, economista de Citigroup, quien añadió que las cifras también refuerzan "las señales de fortalecimiento en EE.UU. y Europa, lo que podría haber ayudado".
La expansión del PIB del cuarto trimestre prácticamente certifica que China pasó a ser la segunda economía mundial en 2010, poniendo fin al reinado de 42 años de Japón. Tokio no reportará sus datos del último tramo del año hasta el próximo mes.
En todo caso, la economía china sigue siendo mucho más pequeña que la de EE.UU. El PIB chino creció 10,3% en 2010— después de una expansión de 9,2% en 2009— para llegar a US$5,88 billones (millones de millones). El Fondo Monetario Internacional pronosticó en octubre que el PIB de EE.UU. para 2010 ascendería a los US$14,62 billones.
Pero la economía china está creciendo entre dos y tres veces más rápido que la estadounidense. Mientras Washington ha anunciado recortes de impuestos y otras medidas de estímulo en los últimos meses, Beijing ha subido las tasas de interés en dos ocasiones, ha ordenado a los bancos en varias oportunidades que aumenten los depósitos en reserva para reducir la actividad crediticia y ha impuestos controles de precios sobre algunos bienes básicos.
En general, los líderes chinos han manejado los ciclos económicos de las tres últimas décadas en forma notable, si bien en ocasiones han tenido problemas para encontrar el equilibrio adecuado. La ocasión anterior en la que la economía corrió peligro de recalentarse, en 2006 y 2007, el banco central aumentó las tasas de interés ocho veces en 20 meses, y las autoridades actuaron con firmeza para frenar el auge del sector inmobiliario, uno de los principales motores de la economía local.
Los esfuerzos mermaron la fortaleza económica china en los precisos momentos en que se agravaba la recesión global. A mediados de 2008 China comenzó a dar marcha atrás y, meses después, anunció un masivo programa de estímulo.
Fuente: http://www.wsj.com/
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