jueves, 21 de febrero de 2008

Recordando el CRASH de la bolsa de 1987



Crash de 1987: de la especulación a la crisis financiera:


No fue la mayor caída de la historia del Dow Jones, pero tiene la fama de serlo. Han pasado ya dos décadas, pero el famoso y dramático ‘Lunes Negro’ –‘Black Monday’ para los anglosajones- todavía retumba en las memorias de millones de norteamericanos. Aquel fatídico 19 de octubre de 1987 los cimientos de la mayor bolsa del mundo, Wall Street, se tambalearon por del pánico de millones de inversores que se lanzaron en masa a vender sus acciones.
Hoy, más que nunca, cobran de nuevo vida los temores y los recuerdos de hace 20 años, cuando Wall Street registró su segunda mayor caída diaria de su historia –la mayor se vivió en diciembre de 1914- en un inigualable terremoto financiero. Aquel día, el Dow Jones se colapsó, registró una caída del 22,6% -más de 500 puntos- y cerró la sesión a sólo 1.738 puntos. Sólo el 12 de diciembre de 1914 supera estas cifras con una caída del 24,39% en un sólo día.
El desplome bursátil superaba incluso al del 28 de octubre de 1929, cuando el principal indicador de la bolsa de Estados Unidos cayó un 12,8%, como preludio a la crisis económica mundial vivida durante la década de los 30 y conocida como la Gran Depresión, periodo durante el cual las bolsas estadounidenses perdieron de media un 80% de su valor.
Aquel 19 de octubre, los inversores perdieron más de 500.000 millones de dólares en un solo día en la bolsa neoyorquina. El pánico no tardó en extenderse con rapidez al resto de mercados financieros. En horas, la bola de nieve se transformó en pánico global. Cuentan las crónicas de la época que un fallo en el novato mercado electrónico -recién instalado en Wall Street- y en el mercado de derivados fueron la chispa que dispararon las alarmas. Fue la excusa.







Paralelismos y diferencias
Las causas que desencadenaron esta huida masiva de la renta variable se debaten incluso en la actualidad, pero todavía no se han encontrado respuestas satisfactorias. No obstante, son muchos los expertos que encuentran numerosos paralelismos entre lo que sucedió en octubre de 1987 y la situación actual de los mercados.
Las más llamativas: cinco años consecutivos de ganancias en el mercado, máximos en bolsa, una fuerte depreciación del dólar, una fuerte subida de los precios del crudo y las materias primas, y una gran volatilidad. A lo que hay que unir el elevado déficit en la cuenta corriente y presupuestos de Estados Unidos y la aparición de China como el temible rival económico.
En 1987 fue Japón quien asumió este papel. “El mercado estaba muy caro y estaba buscando alguna excusa para reaccionar”, comentaba recientemente a varios medios norteamericanos es que fuera presidente del New York Stock Exchange (NYSE), John Phelan, en aquellos tiempos.
Pese a todas estas coincidencias, lo cierto es que la mayoría de los expertos no creen que sean el preludio de un nuevo crash bursátil. En general, el sentimiento no es como el de 1987. Hay temores inflacionistas pero entonces la inflación era mucho más alta.
Los tipos de interés estaban subiendo, mientras que ahora han empezado a bajar. De hecho, el pasado 18 de septiembre, la Reserva Federal rebajaba los tipos de interés del 5,25% al 5,75% con la intención de aliviar el cuello de botella crediticio y el mercado no descarta una nueva rebaja.
A todo esto hay que sumar las importantes diferencias que ha provocado el paso del tiempo así como la implantación de las nuevas tecnologías. El mercado es ahora más grande, más tecnológico. Es más fuerte, de lo que era entonces, dice John Thain, actual presidente del NYSE. En el ‘Lunes Negro’, el mercado negociaba 604 millones de acciones mientras que ahora el NYSE negocia de media de 2.800 millones de acciones diarias.
Además, para los inversores individuales, los mercados son ahora más accesibles que hace dos décadas. Es más barato acceder a ellos y la negociación es más sencilla. Los datos así lo reflejan: en 2005 un 50% de los americanos invirtieron en renta variable frente al 32% de 1989, según Securities Industry and Financial Markets Assn.
Las bombas de relojería
Un factor común a varias crisis financieras (1929, 1987) son las 'bombas de relojería' financiera, como algunos han denominado a los vehículos de inversión altamente apalancados que terminaron por caer a las primeras de cambio de las condiciones de restricción del crédito. Los famosos trust financieros de los años 20 -híbridos entre fondos y hólding financiero- supusieron una gran lección para los mercados y las autoridades económicas.
Funcionaban y actuaban con base en el endeudamiento, el crédito y la revalorización de los activos en los que invertían. Conforme la crisis fue avanzando fueron cayendo por las ventas forzadas de participaciones y ejecuciones de las garantías en las que apoyaban sus inversiones. Son muchos los expertos que han alertado sobre las figuras de los fondos de capital riesgo y los hedge funds.
El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean Claude Trichet, alertó antes del verano sobre el inquietante triangulo de vulnerabilidad que configuraban este tipo de fondos junto a los productos estructurados de inversión (SIV). A toro pasado, el tiempo le ha dado la razón.
La creación del fondo Mesias para facilitar la liquidación de las inversiones de estos SIV en el mercado hipotecario de EEUU ha colocado en el punto de mira los fondos de alto riesgo, los hóldings, los compañías con deuda en niveles fuera de órbita. Es el principal temor de la actual crisis.
Con las bolsas en máximos históricos, la caída en desgracia de financieras, bancos e inmobiliarias en la crisis subprime ha puesto las bases para el final del actual mercado alcista, iniciado en marzo de 2003. Después de cuatro años y medio de escalada ininterrumpida en las bolsas, el ciclo temporal del mercado comienza a sincronizarse con otros periodos. La crisis del 1987 llegó tras un lustro de euforia, la del 29 tras una década.